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Mostrando las entradas de octubre, 2013

Quiero escribir

Esto de escribir debe ser un poco como el amor. O al menos como eso a lo que todo el mundo llama amor, aunque nadie sepa explicar bien qué carajo es. El sentimiento nace dentro de uno, se gesta en el interior de las personas y puede salir, o quedarse atrapado ahí para siempre. Hay quienes vomitan toda esa bola de ideas y pensamientos rápidamente, las vuelcan en papel y lo publican, orgullosos de eso. Y los hay otros más tímidos, que no cuentan con el valor (o la caradurez) de compartir fragmentos de vida. Porque escribir es eso, compartir vida. También es un poco como empezar a fumar. De pronto, uno tiene ganas de probar, y entonces solo existen dos caminos: reprimir esas ganas o fumarse un primer cigarrillo. A veces, aparece alguien que nos impulsa a no guardarnos las ganas. Y a su vez, a veces, no aparece. Creo estar en ese período en que sobrevuelan las miradas rápidas, curiosas, pero insistentes. Es la fase previa a la declaración explícita de amor, cuando se te hace una bola en el

Matar a un ruiseñor.

"Su composición trataba sobre las heridas. El padre de los dos chicos, el abogado, está tuerto, escribía el muchacho, y el hombre negro al que defiende de la falsa acusación de violación tiene un brazo atrofiado, y más adelante el hijo del abogado se cae de un árbol y se rompe el brazo, el mismo que tiene lisiado el negro inocente, el izquierdo o el derecho, Botellero ya no se acuerda, y el fondo de todo eso, escribía el joven Miles, es que las heridas son una parte fundamental de la vida, y a menos que uno esté herido de alguna forma jamás se hará hombre." Sunset Park, Paul Auster.

Gary está chiflado, pero tiene razón.

"El olor de las mañanas. Gary tenía la leve sensación de que lo mejor de la vida siempre sucedía en las mañanas, las mañanas eran un lapso de tiempo transparente, una delgada franja invisible donde se tejían los sueños, las palabras, los parques y el whisky. Estaba convencido que en las mañanas se fabricaban las mujeres, los arboles y la lluvia. La luz. El silencio. La mañana. El olor de la mañana. El resto del día era idiota. No valía la pena vivirlo. Lo mejor siempre sucedía en ese tejido de pequeñas nubes, en ese tejido absurdo que contenía la lluvia, la nada, el mareo, la locura, la mierda, las aves y la luz." Opio en las nubes.