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Mostrando las entradas de enero, 2021

“Ciencias Morales”: Martín Kohan escribe un tiempo

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“Parecía ser un día como cualquier otro: prometía serlo y en cierto modo lo era. Pero a veces las cosas se salen de su curso hasta tal punto que, tal como sucede con los ríos que desbordan de su cauce, empiezan a desparramarse y consiguen invadir incluso los ámbitos mejor preservados.” Ciencias Morales ganó el Premio Herralde de Novela en 2007 y es uno de los libros más icónicos de la obra de Martín Kohan. Ambientado en el Colegio Nacional de Buenos Aires durante los últimos meses de la dictadura militar, se convirtió en un pilar de la literatura argentina contemporánea. María Teresa es la joven y flamante preceptora de tercero décima que examina a los alumnos con ojo militar: color, material y medida de las medias, el largo de los cabellos y la distancia entre un cuerpo y el otro.  El señor Biasutto es el jefe de preceptores del colegio y Maria Teresa lo admira por su reputación vigilante, su sentido de la disciplina y los rumores que escuchó sobre él en los pasillos: el señor Biasut

"Enero": en el campo pasan cosas

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“Hoy Nefer quiere cavar un pozo en la tierra, aunque fuese con las uñas, aunque le sangraran, con los dedos si las uñas se rompían, con los brazos si los dedos se gastaban, y en el pozo profundo enterrarse, cubrir de tierra los ojos cerrados y volverse poco a poco raíz, o pasto o barro.” El campo es un escenario que me gusta porque aunque pareciera que nunca pasa nada, en el campo siempre pasan cosas.  Enero es la primera novela de Sara Gallardo publicada originalmente en 1958 y que en los últimos años estuvo muy en boga, claro. Es una historia corta y potente que puede leerse tranquilamente en una sentada. Nefer, la protagonista adolescente, vive y trabaja con su familia en el puesto de una estancia ubicada en algún lugar del campo argentino. Es verano, es enero y Nefer descubre que está embarazada como consecuencia de una violación que no se presenta del todo clara.  En esta obra Sara Gallardo escribe como si Nefer hablara, como si respirara, como si suspirara. Las palabras, los son

"Vida de Lago": un perfecto retrato de la imperfección humana

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“El futuro está más adelante, inescrutable, desconocido. Y quizás este no saber sea un regalo. Quedarse tranquilo, aceptar las sorpresas cuando llegan.” Vida de Lago es la primera novela de David James Poissant, un joven escritor estadounidense que viene de deslumbrar al público con su libro de cuentos El cielo de los animales.  La novela relata la última estadía de la familia Starling en su casa del lago antes de que sea vendida. Richard, Lisa y sus hijos Michael y Thad junto a sus respectivas parejas Diane y Jake comparten un fin de semana en el que apenas llegan ocurre un hecho trágico que marcará el rumbo de los días.  Vida de Lago se lee como si se viera una película. Las descripciones son bellas y frescas, organizadas en oraciones cortas que potencian la densidad de lo que cuenta James Poissant. Y lo que cuenta es todo aquello que sucede en una familia, lo bueno y lo no tan bueno, los secretos, el amor, la desilusión y la pérdida. Los capítulos parecen fotografías sacadas desde

Cuando sea grande quiero acabar como acaba Leila Guerriero

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“El mundo era un lugar repleto de cosas que anhelaba con ferocidad, y todas estaban demasiado lejos, eran demasiado inalcanzables. (...)Tenía diecinueve años. El tiempo pasa. Por suerte y menos mal.” Qué difícil elegir solo una cita que introduzca esta reseña cuando subrayé prácticamente todo el libro. “Teoría de la gravedad” es una selección de las columnas que Leila Guerriero publicó durante cinco años en el diario español El País. Si hay un libro para quienes además de leer, sueñan con escribir, es éste. Y a la vez, uno se dice “que mejor callar. Que para qué. Que ya está.” porque Leila Guerriero escribe con la grandeza de los genios que construyen una obra maestra y te dejan medio bamboleado. “Teoría de la gravedad” es un libro que recomienda otros libros, un libro que dan ganas de leer en voz alta, que permite pensarnos a nosotros mismos y que se cierra con el suspiro de las pérdidas dolorosas. Mi clase de libro. No es una novela. Tampoco son cuentos. Son textos de una belleza i

Quiero escribir un cuento de Navidad pero no me sale

Quiero escribir un cuento de Navidad feliz, que hable de amor, de esperanza, de alegría y que se parezca a una publicidad de Coca Cola. Pero a mí diciembre me parece un mes un poco triste y desteñido.  La Navidad del 2007 fue la primera que recuerdo con la sensación del sosiego que llega después de mucho nadar. Hubo un montón de regalos ese año y todos me gustaron, sobre todo una agenda de Como quieres que te quiera que era rosa pastel y traía stickers para pegar. Ya estaba grande, pero me acuerdo que papá me sacó una foto mientras abría los paquetes como si aún creyera en Papá Noel, aunque un poco todavía creía. Mamá sonreía y me miraba, agachada en el piso, sentada sobre sus rodillas al lado del arbolito en una pose habitual de ella en Navidad.  Tal vez es cosa de las familias en las que ocurre alguna tragedia: Navidad, más que una publicidad de Coca Cola, me parece algo más parecido a compartir una mesa redonda con gente que se ría y llore y se vuelva a reír.