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Mostrando las entradas de octubre, 2020

Lo que la semana de lluvia nos dejó

Me gusta el inicio de las tormentas mucho más que las tormentas.  Las primeras gotas rompen contra los techos de chapa sonando como campanadas sueltas.  Después se suma una gota. Dos. Tres. Mil. El ritmo se acelera, apurado, como si quisiera llegar al orgasmo de un cielo cayéndose entero en forma de agua torrencial.  Y entonces, durante un rato uno ya no recuerda cómo sonaba el silencio antes del zumbido de la lluvia llegando a la gloria. Hasta que se detiene. La tormenta se desvanece sin preaviso y uno queda a solas con el silencio otra vez, incómodo en la claridad húmeda que deja el agua pasada.

¿Cómo llegar al cielo?

El camino para llegar a Villa Teo tiene unos diez kilómetros, todos de tierra. Desde la autopista Rosario-Santa Fe, luego de atravesar Rosario, hay que tomar la salida a Barrancas, que no tiene arco de recibimiento ni cartel de bienvenida. Solo el letrero verde con letras blancas fluorescentes que dice BARRANCAS 3 KM y una flecha que apunta hacia el noreste. Luego, el pueblo a la derecha y el camino de tierra a la izquierda.  Cuando llegábamos de noche me agarraba un miedo que hacía latir mi corazón tan rápido y tan fuerte que parecía haberse mudado a mis oídos. Creo que íbamos todos un poco nerviosos, porque nadie hablaba hasta llegar. Las luces de la camioneta iluminaban el camino. Afuera, la oscuridad absoluta. Solo mirando por esa ventanilla descubrí la inmensidad del cielo.  Al llegar, otra vez las luces de la camioneta iluminando la casa como cuando en una pijamada alguien se ponía una linterna sobre la pera para contar un cuento de terror. Papá abría la casa y mamá nos acompañab

Cosas que

Cosas molestas Mi vecino. Mi vecino haciendo ejercicios de crossfit todos los días de ocho a nueve. Mi vecino escuchando música electrónica. Mi vecino cogiendo. Mi vecino moviendo los muebles a toda hora de día y de noche. La novia de mi vecino. La calvicie de mi vecino. Mi vecino pidiendo delivery un martes a las once y media de la noche. Todos los datos que no quiero saber y sé de mi vecino. Que mi vecino sea mi vecino. Mi vecino. Cosas que dan una sensación cálida La playa de estacionamiento descubierta de Unicenter antes de Navidad. El olor a protector solar, el olor a cloro y a flota flota. El olor  a pasto, y el sonido a pasto, que es el sonido de la bordeadora de papá. El sabor aguachento del licuado de durazno y la sensación de morder hielo al final del vaso. Las luces de navidad, los grillos, las reposeras y el Off. Todo lo visto en retrospectiva. Toda la vida anterior a ser adulto es como estar en verano. Cosas que alguna vez soñé  Que se me hundían los dientes. Que llegaba t

Si yo fuese Clara Buk

Clara Buk llega al café caminando muy rápido. Usa jeans, zapatillas y un sweater holgado. Me saluda con un beso, a pesar de que ahora poca gente saluda en público con esa proximidad. Acomoda su cartera en la silla y se sienta de frente, mirando a los ojos. Agarra un mechón de pelo y empieza a enrularlo en su dedo índice mientras lee entusiasmada el menú. Pide un café cortado y torta de ricota mientras aprovecho para sacar mi cuaderno de notas primero, y mi grabadora en segundo lugar, para no asustarla. Me doy cuenta de que hace un esfuerzo por no volver a tocarse el pelo porque en su lugar toma el azucarero y se lo pasa de mano a mano. - Clara, qué gusto finalmente hablar con vos… nuestra revista sigue tus pasos desde hace un tiempo y nos gusta mucho lo que escribís, ¿cómo definirías tu escritura? No sabría definirla yo misma, prefiero escribir y que los demás la definan por mi. Hasta ahora me han dicho simple, tierna y “que voy al hueso”. Hago un esfuerzo por escribir extenso, pero ti

La señora girasol

La señora toma mate en la ventana como un girasol, busca el sol todas las mañanas. A veces levanta la vista y casi puedo verle el rostro, o imaginarlo. La mayoría del tiempo mira hacia abajo. No se si lee o escribe, o solo mira hacia abajo. Ceba el mate desde la pava, no usa termo. Siempre me llamaron la atención las personas que ceban desde la pava. Hay algo rústico, arcaico, campestre en el gesto que me recuerda a mi abuela y a su pava negra de loza. Mi mamá decía que era un peligro que la usara estando nosotras cerca, ella asentía y seguía usándola. La agarraba con un repasador blanco con corazones rojos que recuerdo como si lo tuviera en mis manos ahora mismo. Abrir las compuertas de la memoria es como liberar las válvulas de un dique. Los detalles corren con más y más profundidad. Colores, olores, las nimiedades cobran un sentido inmenso, casi monstruoso.   Imagino que la habitación es un escritorio. Su pelo es corto y usa una bandana de colores en la cabeza. Imagino que tiene cin