Quiero escribir

Esto de escribir debe ser un poco como el amor. O al menos como eso a lo que todo el mundo llama amor, aunque nadie sepa explicar bien qué carajo es. El sentimiento nace dentro de uno, se gesta en el interior de las personas y puede salir, o quedarse atrapado ahí para siempre. Hay quienes vomitan toda esa bola de ideas y pensamientos rápidamente, las vuelcan en papel y lo publican, orgullosos de eso. Y los hay otros más tímidos, que no cuentan con el valor (o la caradurez) de compartir fragmentos de vida. Porque escribir es eso, compartir vida. También es un poco como empezar a fumar. De pronto, uno tiene ganas de probar, y entonces solo existen dos caminos: reprimir esas ganas o fumarse un primer cigarrillo. A veces, aparece alguien que nos impulsa a no guardarnos las ganas. Y a su vez, a veces, no aparece. Creo estar en ese período en que sobrevuelan las miradas rápidas, curiosas, pero insistentes. Es la fase previa a la declaración explícita de amor, cuando se te hace una bola en el  estómago de los nervios, la sonrisa se te escapa porque sí y sentís mariposas volando. El pecho te arde de palabras, como si, valga la cursilería, sintieras el alma con ganas de bailar hasta el amanecer. Sin embargo el ¿miedo? (¿es miedo acaso?), o la vergüenza tal vez, te llena de nervios y no te animás a gritar que te gusta, que te encanta, que te está colmando de alegría. Quiero escribir. Porque escribir me llena. Como el amor. (A veces). Y fumar un primer cigarrillo.

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