Un recuerdo helado
Sábado.
Diciembre. 15 horas. El shopping colapsa de gente y mis tíos insisten en
comprarme ropa, o algún juguete, lo que yo quiera. Pero no quiero nada.
El
timbre del teléfono interrumpe el silencio que grita en la camioneta. Mi tío
responde con monosílabos y mi tía me sonríe por el espejo retrovisor. Yo ya
sabía que iban a llamar.
La habitación es enorme, y aunque está pintada y decorada completamente de color blanco, me parece el lugar más triste del mundo. Está helada, pero la acaricio igual. Escucho a papá detrás mio tragándose diez mil llantos.
Te
extraño siempre.
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