"Enero": en el campo pasan cosas

“Hoy Nefer quiere cavar un pozo en la tierra, aunque fuese con las uñas, aunque le sangraran, con los dedos si las uñas se rompían, con los brazos si los dedos se gastaban, y en el pozo profundo enterrarse, cubrir de tierra los ojos cerrados y volverse poco a poco raíz, o pasto o barro.”


El campo es un escenario que me gusta porque aunque pareciera que nunca pasa nada, en el campo siempre pasan cosas. 

Enero es la primera novela de Sara Gallardo publicada originalmente en 1958 y que en los últimos años estuvo muy en boga, claro. Es una historia corta y potente que puede leerse tranquilamente en una sentada. Nefer, la protagonista adolescente, vive y trabaja con su familia en el puesto de una estancia ubicada en algún lugar del campo argentino. Es verano, es enero y Nefer descubre que está embarazada como consecuencia de una violación que no se presenta del todo clara. 

En esta obra Sara Gallardo escribe como si Nefer hablara, como si respirara, como si suspirara. Las palabras, los sonidos y las imágenes dan cuenta del calor asfixiante del campo y el dolor de Nefer, que la sofoca más que el verano. Porque Nefer está triste como “un hongo negro”, como “algo duro que le lastima la garganta e impide las lágrimas.” 

“Se deja caer y se muerde los puños, y gime, gime como si ladrara, como si el gemir le despellejara los huesos, como si el alma saliera tal vez por sus gemidos y echara afuera la desgracia.”

No voy a mentir: me enganché recién durante la segunda mitad del libro y Enero difícilmente entraría en una lista de mis libros favoritos, pero es necesario pensar y reconocer (y admirar) que Sara Gallardo escribió con coraje y sensibilidad sobre temáticas disruptivas, complejas y cuestionadas como lo son el abuso, la maternidad y el aborto hace más de sesenta años en un contexto sin dudas diferente al actual. 

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