Poeta chileno: Alejandro Zambra y un soplo de aire fresco

“Dicen que eso es la felicidad: nunca sentir que sería mejor estar en otra parte, nunca sentir que sería mejor ser alguien más. Otra persona. Alguien más joven, más viejo. Alguien mejor”.



¿Qué es la poesía? ¿Para qué existe? ¿Qué hace un poeta? ¿Cómo se nombran los vínculos? ¿Qué son las palabras? 

Estas son algunas de las preguntas que parece plantearnos Alejandro Zambra al toparnos con su libro Poeta chileno, publicado por Anagrama en 2020. Poesía deriva del término griego poiesis, que significa crear, hacer, producir, traer algo del no-ser al ser. Y cómo se es al leer esta novela. El autor nos zambulle en un relato tierno y profundo de 420 páginas, su publicación más extensa.

Poeta chileno se desarrolla en tres tiempos: En el primero Carla y Gonzalo, dos chicos de dieciséis años, se enamoran por algún tiempo. Carla se sabe linda y eso la vuelve poderosa ante Gonzalo, que también es lindo, pero no lo sabe, y eso lo hace aún más lindo. Se separan tras descubrir juntos el sexo malo y fugaz de la adolescencia y diez años más tarde se reencuentran. Carla tiene entonces un hijo de seis años llamado Vicente, un niño dulce al que le gusta comer el alimento balanceado de su gata Oscuridad. Gonzalo decide sin dudarlo incorporarse a esa familia ensamblada que adora rápidamente. Durante el tercer tiempo, Gonzalo y Vicente, que ahora tiene dieciocho años, se encuentran revisando su vínculo padrastro-hijastro y su vínculo con ellos mismos como poetas, porque Vicente eligió, ¿eligió?,  el mismo camino que Gonzalo.  

“El ejercicio de la poesía no da dinero pero prolonga notablemente la juventud”.

La escritura de Zambra es un soplo de aire fresco. Y es también una ternura que causa gracia o tal vez una gracia que causa ternura. O probablemente las dos cosas. En Poeta chileno se narra la vida cotidiana, tan llena de detalles aparentemente menores que son los que luego conforman la base de los recuerdos. Al final uno siempre recuerda lo en que parece intrascendente: el esmalte salido de las uñas de un pie, el color rojo de una colcha, el borde de una mancha de humedad en la pared. 

Zambra nos vuelve espectadores con acceso completo al devenir de una familiastra, como llama Gonzalo a su vínculo con Carla y Vicente, y nos ofrece también de una suerte de diario íntimo de paternidad escrito desde una afectividad masculina frágil y amorosa que no estamos muy acostumbrados a leer.

¿Cuál es el camino de un poeta en Chile, el rol de un poeta en Chile, el deber de un poeta en Chile? En este país ubicado en el borde del mundo, los poetas son como los perros callejeros: hay muchos y andan sueltos. Por eso en cierto momento, de la mano de Pru, una periodista estadounidense que aparece como una flecha y se incrusta en el corazón de Vicente, comienza una suerte de biopsia de la poesía chilena contemporánea y su relación con el pasado.

“Es mejor escribir que no escribir. La poesía es subversiva porque te expone, te hace pedazos. Te atreves a desconfiar de ti mismo. Te atreves a desobedecer. (...) Yo no sé si me gustan mis poemas, pero no sé que si no los hubiera escrito sería más tonto, más inútil, más individualista. Los publico porque están vivos. No sé si son buenos pero merecen vivir”.

Un libro que habla sobre adolecer, sobre maternar y paternar, sobre la relación con aquellos a quienes queremos y fundamentalmente, sobre el paso del tiempo. Sobre ese momento en el cual dejamos de practicar y empezamos a vivir de verdad. Leer Poeta chileno es como descansar en una cama king size viendo la lluvia caer una mañana de verano. Un reposo, una caricia, un páramo. 


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