Cerveza

Tengo ganas de un beso que no sepa a vodka. Ni a ron. Ni a licor de frutilla. Pero sí tal vez a cerveza. Tengo ganas de un beso que no huela a sábado 3 am, sino más a lunes por la mañana y a sol de media tarde.
Un vaso que se llena. Hielo. Vodka. Risas. Luego quizás llanto. Y risas de nuevo. Alguien maneja por la autopista. Música. Más vodka. Gente. Gente borracha. Gente regalando besos, otros comprándolos. A veces estoy de un lado, otras del otro. Es siempre igual, la misma rutina sábado tras sábado. Algún que otro viernes, "como para no aburrirnos". Já.
Tampoco tengas ganas de los besos gastados, conocidos, reconfortantes al momento pero aburridos al final. Porque en el silencio nada cambia, aunque me abrace con todas sus fuerzas y yo me proponga enamorarme, miro al techo y el de acá a la izquierda sigue en blanco.
Creo que el vodka es la bebida de la soledad, y tal vez el vino la de los amantes. En cambio la cerveza tiene esa peculiar condición de adaptarse a cualquier momento, como si fuese el punto de partida de una carrera sin una llegada establecida. Implica amistad. Implica un encuentro. Por eso quiero un beso sabor a cerveza, para no saber qué es lo que va a pasar, no saberlo en absoluto, y en esa incertidumbre encontrar la locura, la pasión por alguien.
Mientras lo espero, supongo que seguiré tomando Guinness por los pocos bares de Buenos Aires donde se encuentra.

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